a Reynaldo Jiménez
hay un aura en el mono que acá en la uña te nace hay un arpa
en la salva que roza la despierta luna del cuerpo la creciente
branquia en la lúnula que respira como si nada ni nadie hubiera
inanimado como si cediera la materia a sus temblores si conatos
animales te inspirasen la vertiente del vértice la vértebra te tiente
al tanteo de cada endoprimate que te habita cada zoo en la cutícula cada
clamor o clave de quien berrea en cada poro sea el nervio
quien remueva sus matrices sus bestias aurales cuando la uña
que refleja ese hilo feral ya te aleje de humanoide frontera que la estrella
primitiva se te imprima en el surco de la frente nunca frente sino
fronda esas ondas de la selva circulando por tus venas sean las salvas
que te rozan las crecientes lunas ferinas tus neandertalinas
fuentes de involución hacia el saurio su columna reptiliana que virase
tus vertebranquias hacia el suelo el cuerpo a tierra del consuelo
del que abraza las toperas de arenisca con los dientes del que repta
aferrado con los gestos a su liana a tu cuerda amazónica que vibra
como si nada ni nadie hubiera nunca sin vida sean las ariscas
contorsiones tus múltiples cuerpos disparando sin raíces las razones
no te habiten de más no te tapen las nieves si fulgores oxigenan
los cantos los tiñen de proezas de incertezas como si acá hubiera
una imposible fijeza la aventura celular de los que acunan
evanescentes animales que intermiten ademanes de una danza
interminable la que orea el esqueleto cuando polvo vivo de natura
se vuelve como si nada hubiera nunca sin la fuerza que te mueve