¿y de qué
animal soy la saliva
que ahora
desciende por el tronco
de un árbol
calcinado por descuido
o torpeza
de unos dedos que no saben
sostener
con fuerza el fósforo
apenas lo
suficiente como para hundir
su agitado
corazón azul
en el
puchero ebúrneo que entremezcla
la savia
que persiste en la corteza
y la feral
saliva que desciende
hasta
recostarme líquido en el pasto?