MEDUSAS
III
no se acabe la marea hasta que el beso de medusa nos
inflame la epidermis
como un látigo y la extienda cual tiritas sobre el
suelo repoblado muchas
lumbres alumbrando el devaneo de estas musas
multitudes polintrusas
que eclosionan los festines cincelados en la carne los
silbidos
vacilantes en la sangre muchedumbres cromoamantes hoy
se expriman
en la boca del lactante: muchedumbre purpurina urda espacios
de este
cuerpo transitado y del cardumen de su nombre: muchedumbre
diamantina nos agite las certezas y la lumbre del
pescuezo con
salvajes sacudones y las leches de sus ubres
precipiten el alud
del esqueleto al que aluden tantas cumbres y se abran estos
huecos
del silencio en cada célula el humor en el cañón de la
escopeta el
candor de la humareda en nuestros huesos y que acuosos
parlamentos de las médulas diluyan entre chispas nuestros
versos en las
olas hipogrifas de las playas que los médanos se adhieran
vivos a las
borlas de los sexos y se esparzan los humores sobre el
plancton y prodiguen
sus azufres celulares a las fraguas estelares a las
nieves sin sus crestas
armilares sin sus mieses sin sus haces el marasmo policromo
de los gestos
nebulares y la lámpara que cuece en un segundo la
cabeza o la paciencia
de los mares ¿que te viene, te decrece? en la entretela
se entretiene el
penúltimo clamor de nuestra vela de los viernes la que
tiembla entre las
sienes en la blanda sucesión de nuestras noches en la
pasta
transformable que te tiene entre sus garras en las garzas
que aletean
agolpadas en los poros que los días como células
vigías multipliquen
estos climas medusarios estos tráficos de amebas que sorprenden
los horarios casi siempre en pleno oficio cotidiano si
comienzan si
terminan si no ajustan sus relojes a tu pobre
expectativa si se brindan al
puré de esmeraldinas procesiones en las fuentes del
incierto contrabando
del que penden los plumajes del Simorgh o del que explora
este puchero
trans-magnético de joyas y de auras: multitudes encendidas
muselinas
de sutil adrenalina lumbre-zarza rediviva hasta que
dios no sea más
que muchedumbre en la retina una mixtura o desmesura el
hilo suelto en
la sutura que un sultán de microndinas erizara en su
figura en su real
agrimensura ¿y si helara en las ojivas titubeantes del
palacio sus panfletos
inflamantes sus deseos de volver sin un garante sin sus
guantes sin
mojar sus sucios dientes seminales en el lago en el
mar en el océano
velado el athanor de amebomago que transmite las
señales los
señuelos del misterio los anzuelos del umbral donde se
incuban los
ocelos? muchedumbre aturda el orden quite el velo del
cardumen la
mortaja del perfume brote al fin la multitud
huracanada sin
lamentos en la mente sin mensajes –¡las medusas
solamente!– el pasaje de la lira a la
cuerda que delira